sábado, 22 de febrero de 2014

¿Necesitamos la Escuela para educar?



Imagen extraída de: asesoriacepsevillarecursos.blogspot.com
“La educación es el arma más poderos para cambiar el mundo”, dijo Nelson Mandela, pero solo cuando la escuela es un sitio divertido donde aprender mientras te relacionas con los demás, sin importar edad, sexo o etnia. Sin embargo, lo que sucede realmente es que los sistemas educativos modernos, basados en máximas productivas no son capaces de dar respuesta a la gran variedad de expectativas, gustos e intereses de los estudiantes que de él forman parte.

En la película La educación prohibida expertos de España y países de Latinoamérica nos invitan a hacer una reflexión, sobre cómo es la Escuela en la actualidad, definiéndola rotundamente como aburrida, repetitiva y homogeneizadora. Fernando Jorquera la define a este modelo de educación Taylorista como Administrativa, pues el profesorado da las clases, el alumnado recibe la información que puede, ambos se marchan cuando la jornada se acaba y al día siguiente se repite el ciclo. Se aplica un simple sistema de repetición que no deja cabida a la espontaneidad y la creación en contra de la educación como descubrimiento no como interiorización de verdades.

“En la Escuela todos tienen que querer hacer lo mismo” pero, no todos los niños tienen los mismos intereses, a todos no les gusta el Conocimiento del Medio, las Matemáticas o el Inglés por igual. Cuando aplicamos la lógica racionalista a la Escuela, aquellos que no asumen los conocimientos que le han sido impuestos en la Escuela, acaban siendo excluidos del propio Sistema en un afán modelador e igualatorio del alumnado. Así, la Escuela es conocida como la primera institución socializadora con la que se encuentra el ser humano, pero también de exclusión social, pues selecciona el tipo de personas que está encaminado a llegar a la universidad y, por otro lado, otro tipo de personas abocados a otro tipo de trabajos más precarios (Mateu, Jordi).

La Escuela de la antigua Grecia surge como el lugar al que ir a charlar y compartir experiencias y conocimientos. Ir obligado era de esclavos. En Esparta, en cambio, era un proceso militar que desechaba a los menos válidos. El fin de la educación era totalmente diferente y, como tal, diferente es el camino a seguir pero, en la actualidad no ha cambiado tanto respecto a la moral espartana solo que, en lugar de obtener del Sistema Educativo soldados que defiendan Esparta, se produce mano de obra que legitime el capitalismo y el orden jerárquico y la posición de la élite en la sociedad.

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Imagen extraída de: mundonuevo.cl
El niño, por sí mismo, es capaz de imaginar. La creatividad, la curiosidad y la búsqueda de razones que expliquen la realidad son características intrínsecas (usando el género masculino hacemos referencia a ambos sexos, sin intención alguna de segregar características propias de niños y de niñas por igual.) que acaban reduciéndose hasta el mínimo en los Centros Escolares debido a la excesiva preocupación por el orden y el silencio. Asunto que cobra especial importancia en las aulas debido al uso de prácticas de enseñanza simultánea que hacen que se tenga que tratar al grupo/clase como si de un batallón militar se tratara (Enguita, 2013). La Escuela no permite que los niños disfruten de su libertad, y con esto no nos referimos a la manera de actuar particular de cada uno, sino también, a elegir, según su propio interés qué estudiar, qué aprender y conocer. Enseñar no significa imponer un conocimiento. El profesor como guía ha de tratar que cada niño realice su propio camino e incluya en él aquellos elementos que han logrado captar su curiosidad. Entendemos que éste ha de ser el método por el que lograr un aprendizaje significativo, el verdadero aprendizaje, y no el ejercicio memorístico por pura obligación.

Hasta tal punto se encuentra cuestionada la práctica escolar en la sociedad que se ha llegado incluso a considerar que la Institución Escolar es conveniente para el desarrollo de la sociedad misma, pero no necesaria (Calvo, Carlos). Es decir, se plantea en este momento el interrogante de la conveniencia, o no, de la Escuela en la Educación del niño. Esto se debe a que en los colegios no se ha logrado conocer verdaderamente al niño. Se ha reducido todo a un libro de texto obligatorio, a las actividades tres, cuatro y cinco de la página veintiocho del mismo. Las mismas actividades, para los mismos, pero diferentes alumnos.

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Por eso, debemos evitar caer en el fácil razonamiento de entender que es el estudiante el que fracasa, ya que éste no ha sido atraído por la Escuela, ni siquiera, motivado para seguir en ella, pues muchos profesores ven el abandono como un alivio, “por fin podré dar clases” podrán pensar algunos, cuando la realidad es que, son las Escuelas, es el sistema educativo el que no se plantea de la manera más adecuada qué hacer, ni cómo, ni cuándo. Todo queda recogido en el currículum, y el que no sea capaz de superarlo, dudosamente logrará el éxito educativo y, mientras sigan siendo los administrativos los que piensen realmente sobre la educación, ésta seguirá fracasando continuamente.

La Escuela se ha centrado en una serie de materias de suma importancia que logran un conocimiento tan abstracto que se pierde el sentido del mismo, ignorándose así, la pregunta que prácticamente todos los estudiantes le hacen a sus profesores/as ¿Y eso para qué me sirve?

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